El Cuarto Estado, Giuseppe Pellizza da Volpedo, 1901.
ESQUEMAS
TEXTOS
«En la tarde del viernes, alrededor de las cuatro, un numeroso grupo de revoltosos atacó la fábrica de tejidos pertenecientes a los señores Wroe y Duncroft, en West Houghton (...), y, encontrándola desprotegida, pronto se apoderaron de ella. Inmediatamente la incendiaron y todo el edificio con su valiosa maquinaria, tejidos, etc., fue completamente destruido. Los daños ocasionados son inmensos, habiendo costado la fábrica sola 6.000 libras . La razón aducida para justificar este acto horrible es, como en Middleton, el "tejido a vapor". A causa de este espantoso suceso, dos respetables familias han sufrido un daño grave e irreparable y un gran número de pobres han quedado sin empleo. Los revoltosos parecen dirigir su venganza contra toda clase de adelantos en las maquinarias. ¡Cuán errados están! ¿Qué habría sido de este país sin tales adelantos?»
Annual Register, 26 de abril de 1812.
“No tengo más ropa que la de mi trabajo: algunos pantalones y una chaqueta rota...Arrastro las vagonetas bajo tierra a lo largo de media legua, ida y vuelta. Las arrastro durante once horas diarias con la ayuda de la una cadena atada a mi cintura. Las heridas que tengo en la cabeza me las he hecho descargando vagonetas. Los hombres del equipo al que estoy atado trabajan desnudos, salvo el casco en la cabeza. Algunas veces cuando no soy rápido, me golpean."
Manifestaciónes de un niño trabajador de doce años. Extraído de LAZO, A. Revoluciones del mundo moderno.
Manifestaciónes de un niño trabajador de doce años. Extraído de LAZO, A. Revoluciones del mundo moderno.
Existen
todavía otras causas que debilitan la salud de gran número de trabajadores. Ante
todo, la bebida; todas las seducciones, todas las posibles tentaciones, se juntan
para empujar al obrero a la pasión de la bebida. El aguardiente es para los
trabajadores casi la única fuente de goces, y todo conspira para que se estreche
el círculo a su alrededor. El obrero vuelve a su hogar cansado y hambriento; encuentra
una habitación sin ninguna comodidad, sucia, inhospitalaria; necesita en forma
apremiante algún alivio, debe encontrar algo que compense la fatiga del
trabajo, alguna perspectiva que le haga soportables los días duros y difíciles;
[…] su sociabilidad puede solamente satisfacerse en una hostería, pues no tiene
otro lugar donde encontrarse con sus amigos; […] Abstracción hecha de las influencias
físicas que arrastran al trabajador a la bebida, existen otras como el ejemplo de
la gran mayoría, la instrucción descuidada; la imposibilidad de proteger de la
tentación a la gente joven; en muchos casos, la influencia de los propios
padres beodos, que dan ellos mismos aguardiente a sus hijos; la seguridad de
olvidar, por un par de horas, la miseria y la opresión de la vida, y cien
circunstancias más […] La pasión de la bebida ha cesado aquí de ser un vicio;
por esto pueden ser excusados los viciosos; constituye un fenómeno natural.
Friederich
ENGELS: “La situación de la clase obrera en
Inglaterra” (1845), Akal.
Si
tuviese que contestar a la siguiente pregunta: «¿Qué es la esclavitud? », y
respondiera
en pocas palabras: «Es el asesinato», mi
pensamiento se aceptaría desde luego. No necesitaría de grandes razonamientos para
demostrar que el derecho de quitar al hombre el pensamiento, la voluntad, la
personalidad, es un derecho de vida y muerte, y que hacer esclavo a un hombre
es asesinarlo. ¿Por qué razón, pues, no puedo contestar a la pregunta «¿qué es
la propiedad?», diciendo concretamente «la propiedad es un robo», sin tener la
certeza de ser comprendido, a pesar de que esta segunda afirmación no es más
que una simple transformación de la primera? […] El capitalista, se dice, ha
pagado los jornales a sus obreros. Para hablar con exactitud, había que decir
que el capitalista había pagado tantos jornales como obreros ha empleado
diariamente, lo cual no es lo mismo. Porque esa fuerza inmensa que resulta de
la convergencia y de la simultaneidad de los esfuerzos de los trabajadores no
la ha pagado. Doscientos operarios han levantado en unas cuantas horas el
obelisco de Luxor sobre su base. ¿Cabe imaginar que lo hubiera hecho un solo
hombre en doscientos días? Pero según la cuenta del capitalista, el importe de
los salarios hubiese sido el mismo. Pues bien: cultivar un erial, edificar una
casa, explotar una manufactura, es erigir un obelisco, es cambiar de sitio una
montaña.
Pierre
Joseph PROUDHON: “¿Qué es la propiedad?“ (1840), Propiedad y federación, Nancea.
El
engorro fue que aquel mismo lunes, a las cuatro de la mañana, estalló la
huelga. Cuando el primero de diciembre la Compañía decidió aplicar su nuevo
sistema de salarios, los mineros no se revolvieron. Al final de la quincena, el
día de cobro, no hubo ni uno que reclamase. Todo el personal, desde el director
hasta el último de los vigilantes, creía que habían aceptado, y desde primera
hora de la mañana la sorpresa fue enorme ante aquella declaración de guerra, con
una táctica y una unidad en la maniobra que demostraba que allí había una
dirección inteligente. […] Habían pasado quince días, y el
lunes de la tercera semana las hojas de asistencia enviadas a la Dirección
indicaban una nueva disminución en el número de obreros que habían bajado a las
fosas. Se contaba aquella mañana con la vuelta al trabajo, pero la obstinación
de la Administración en no ceder tenía exasperados a los mineros. El Voreux, Crévecoeur,
Mirou y Madeleine no eran los únicos núcleos mineros en paro; en la Victoire y
en Feutry-Cantel el descenso apenas si llegaba a la
cuarta parte de los hombres, y en el mismo Saint-Thomas había bajas. Poco a poco la huelga iba
haciéndose general. […] Étienne, a título de secretario, repartió los tres mil
francos de la caja de previsión entre las familias más necesitadas; de diversos
lados llegaron algunos centenares de francos, producto de suscripciones y
colectas. Pero se agotaron los recursos y los mineros estaban sin dinero para
resistir la huelga y el hambre amenazaba. Maigrat, después de prometer fiarles
durante una quincena, cambió de parecer al cabo de una semana, cortando de
repente el suministro de víveres.
Émile
ZOLA: “Germinal” (1885), Ediciones de la Torre.
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